23 de julio de 2010

monólogo

He estado reflexionando. Como siempre, en pos de mi tarea de quererme, aceptarme y ser un poquito mas feliz conmigo misma.

Pienso en mi. En la sensacion constante que tengo de ser distinta, de estar separada del resto del mundo, allá lejos. ¿porqué me siento así? ¿qué es lo que me hace tan distinta?

Me fui a buscar eso que me aísla, que me lastima, que me aliena.
Y lo que encontré fue un monólogo. Un monólogo interno, muy adentro, dañino.

Una voz que constantemente me dice que soy fea, que estoy demasiado gorda, que la ropa me queda mal, que nadie me quiere (ni me podría querer), que todo el mundo piensa lo mismo.

Esta es la voz en mi cabeza. Horrible ¿no?

No se si es algo tan poco común. Quizás le pasa a todas las mujeres, quizás es algo de género. Pero eso no quita su horripilancia. Y no se trata del famono "quediran", o de verguenza frente al otro. Ya me ocuparé en un futuro post de eso.

Se trata de mi. Se trata de cómo me trato.

Para entender esto me imaginé si mi monólogo interno fuera totalmente opuesto, si fuese una voz que me diga que soy linda, divertida, simpática, que el pantalón me queda bárbaro. Me río mientras escribo esto. Tan lejano me parece, tan ridículo.

Pero la verdad que eso tampoco me gustaría. (nada me viene bien, parece). No me gustaría tener esa voz diciéndome lo bárbara que soy. Lo cierto es que, conociendome, pecaría de vanidosa en un segundo, sin ninguna duda, me sentiría mejor que el resto, mal trataría o al menos des-trataría. Pero así soy yo, y conozco mi propia tendencia a la soberbia. Por eso no me gustaría, por eso no la querría.

Quiero una voz amable, que me señale las cosas a las que debo estar atenta y me rete cuando tenga que ser retada.

Una voz que me haga sonreír cuando estoy sola. Sola, conmigo misma.

Una voz que acaricie y felicite.

Una voz que me de ganas de escuchar.

La que tengo ahora está muy lejos de eso. Pero cómo callarla, cómo domarla, cómo enseñarle nuevas palabras.

Quizas a fuerza de costumbre aprenda. Entonces cada día cuando me levanto me miro al espejo y elijo algo que me guste de mí. Hoy son mis ojos.  Y me digo las cosas que me gustan que de mis ojos. Que son expresivos, que tienen linda forma. Y me lo digo sin verguenza y sin reirme. Ojo, que no busco la vanidad. Busco estar hoy en paz con una cosa de mi misma.

Todo lo demás se va al diablo menos eso. Hoy no reto a mis ojos. No escucho esa voz me dice: "¿Estás loca? mirá las ojeras que tenés, las pocas pestañas que tenes". No te escucho. Pienso en mis ojos y sonrío.

El tema es que cada tanto, en un dia, me olvido de esta tarea. Tengo que hacer una pausa y recórdarmelo. Y sonreír sola.

Una vez leí un libro en el que un hombre se acercaba a una mujer. La mujer no lo veía venir y estaba sola, y se sonreía. Y el hombre piensa: una mujer que se sonríe sola, tiene secretos hermosos, como todas las mujeres deberían tener. Un caballero.

Yo quiero tener secretos hermosos, no lastimosos o feos o dañinos. Yo quiero tener secretos hermosos y sonreírme.

¿qué piensan? ¿tienen alguna otra forma de callar este monólogo? cuenten.

Mientras, yo me acuerdo de mis ojos y sonrío, por un ratito.

1 comentario:

  1. Ese monólogo lo tenemos todos los gordos, buscando una respuesta, leí (o más bien devoré) hace una semana el libro de Máximo Ravenna "la telaraña de la adicción", y me pregunté si ése señor me conocía, porque describía tan bien mis sentimientos encontrados, mi desesperación y demás... Y, por lo menos yo, encontré MI respuesta en la teoría de este señor.
    Aquí lo expreso (en mi blog) con links para el que quiera seguir mis huellas. Y quiero decirte algo muy importante: los kilos que amí me sobran son 10, pero no por pocos menos dolorosos, ni menos desesperante el camino. El sentimiento de ser eternamente "inadecuada" lo llevo encima desde tiempos inmemoriales. Besos!

    ResponderEliminar